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Buenos Aires, Jueves 02 de Marzo de 2006
AÑO: LXXX | Edicion N°: 20621


Ley_19550
Ley_22315
Decreto_1493
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INFORME ECONÓMICO
PANORAMA DE LA ARGENTINA Por su parte, el PJ mantiene su dinámica de aglomeración de figuras políticas con poder real en torno a la figura presidencial -caso bonaerense-, o hacia puntos claramente neutrales -en ciertas provincias-. La reconstrucción paulatina del tejido industrial en los grandes centros urbanos, tiende a oxigenar las bases sindicales, uno de los pilares del PJ tradicional.
. Si bien es cierto que no se puede pensar en un gremialismo con la fuerza de los primeros años de los setenta, claramente es un factor positivo para el partido. Si a esto se suma el aumento de los ingresos familiares, y del gasto público en las provincias y municipios, las bases electorales en cuanto a figuras y votos para el 2007 están aseguradas. En otros términos, el PJ está rebozante de salud, como no ocurría en décadas, aun cuando su reformulación sea vista por muchos como inevitable.

* Política económica
El equilibrio macroeconómico actual se sustenta en el nivel del tipo de cambio real, de la tasa de interés real, y de los términos de intercambio. Hasta el 2005 esto permitió crecimiento sin inflación, y un considerable superávit de cuenta corriente.
En ese sentido, el año 2006 no será una mera continuidad del período 2002-2005. Aunque se afirma como un año con indicadores macroeconómicos que evolucionarán muy favorablemente, también se deberán encarar algunos desafíos planteados a fines del año pasado. Con un crecimiento de la actividad económica probablemente superior al 7%, las variables que se ven como una potencial fuente de problemas son la tasa de inflación, que sería superior al 12%, y las variables sociales.

Si se observa la cuestión de cerca, la tasa de inflación realmente no constituye un obstáculo muy serio. Una tasa de inflación inferior al 15% no puede considerarse muy significativa, toda vez el la moneda se encuentra ligeramente depreciada en términos reales, los precios de las commodities están altos, la economía crece a tasas increíbles, hay restricciones de oferta de ciertos bienes primarios e insumos, y existe una presión sobre el sector servicios que facilita un reajuste de precios relativos. Las complicaciones pueden venir por un errado manejo de las expectativas inflacionarias, o de las políticas expansivas de demanda o de ingresos.
Para analizar el manejo de las expectativas hay que tener en cuenta varios factores. Primero, la virulencia de los debates mediáticos sobre el tema inflación, que plantean la indexación como un fenómeno inevitable al que la población debe anticiparse. Evidentemente, esto no es cierto. Segundo, las políticas que anuncie el gobierno, entre las que se destacan las de ingresos -salarios, acuerdo y monitoreo de precios-. Como estas políticas no son sencillas de administrar, y sus resultados suelen ser más módicos que los esperados, los analistas siguen concentrando su mirada sobre las políticas de demanda más tradicionales, es decir, la monetaria y la fiscal.

El gobierno habría asegurado políticas fiscal y monetaria moderadas. Un superávit operativo primario proyectado para el gobierno nacional de aproximadamente 3,4%; expansión de la base monetaria similar al aumento del PIB nominal del año. Esta combinación no parece suficiente para complementar potenciales desvíos o insuficiencias en las políticas de ingresos. La política fiscal debería ser más contractiva; y, en último término, si esto no es suficiente, también debería serlo la monetaria.

Con respecto a la política fiscal, convendría que el superávit de la Nación alcance el 4% del PIB, toda vez que el aporte de las provincias será muy bajo. Para lograrlo, bastaría dejar que la recaudación crezca por encima de lo presupuestado -que la subestima-; y evitar aumentos agregados de ejecución presupuestaria con respecto al ejercicio fiscal anterior. Los únicos elementos sensibles pueden ser las rebajas impositivas que se negocian, ya que habría que evitar que erosionen la recaudación, y potenciales aumentos en las erogaciones en gasto social o subsidios al sector privado.

Desde la óptica de la eficiencia económica y del crecimiento con equidad, sería oportuno encarar, o al menos estudiar y someter al debate público, las reformas fiscales pendientes. Debe tenerse muy presente que el problema que enfrenta hoy el gobierno, esto es, las limitaciones de los instrumentos de política económica disponibles, aumentarán con el paso de los trimestres. Por lo tanto, en los trimestres previos a las elecciones presidenciales, los mismos alcanzarían su máxima tensión, no descartándose un ligero deterioro de las condiciones sociales, ya sea por aceleración de aumentos de precios, o por congelamiento del aumento del empleo. Ninguno de estos escenarios es deseable, por lo cual sería recomendable que el gobierno piense estratégicamente sobre lo que necesitará el país a partir del 2007: la reforma de la administración de gobierno y la reforma tributaria (incluye sistema tributario nacional, provincial y municipal; el sistema federal fiscal; y la reforma laboral y previsional).
La política monetaria, por su parte, ha sido manejada prudentemente. Como ya lo hemos señalado en esta columna, el programa monetario 2006 es consistente con la evolución económica pronosticada, siempre y cuando la política fiscal y de ingresos logran sus objetivos, o son ajustadas para alcanzarlos. En caso de que a mediados de año se proyecte un desvío importante en la tasa de inflación anual, el programa monetario debería ser marginalmente modificado. En este sentido, parece apropiado comentar algunos puntos de los debates sobre la política monetaria, que tienen mucha influencia de los resabios ideológicos de políticas económicas pasadas.
Como es lógico, la madre de todas las batallas parece ser el tipo de cambio. El sostenimiento del tipo de cambio en una banda de 2.95 - 3.15 pesos por dólar es razonable, tanto por sus efectos sobre los equilibrios internos y externos simultáneos, como por el objetivo de incrementar las reservas internacionales.

El tipo de cambio de cambio real elevado es insoslayable: no se pueden alcanzar ambos equilibrios simultáneamente de manera sustentable con un dólar inferior a $2.90, a menos que se desee comprar vulnerabilidad. Si se opta por un dólar menor a $2.90, debe incrementarse el ingreso de capitales, los cuales se concentrarán de manera inexorable en hot money. Hay un dato que conviene tomar muy en cuenta antes de sacar alguna conclusión: cada vez que Argentina jugó a la bicicleta cambiaria-financiera, perdió, y mucho: treinta años; una generación. Esta es una de las claves para entender la “paradoja argentina”; la otra -y lamentablemente muy vinculada a la económica- es la inmadurez institucional, claro reflejo de la incapacidad de ciertos actores para aceptar una verdadera república democrática y liberal, en el sentido real de estos términos.

El otro objetivo buscado, el aumento de reservas es consistente con el resto del esquema, y con el tipo de cambio flexible con intervención sobre bandas móviles implícitas. Esta política genera al menos dos efectos positivos. Primero, reduce la incertidumbre acerca de la solvencia externa del país, reduciendo el riesgo cambiario; hay que tener en cuenta que en un contexto internacional de creciente volatilidad, el nivel de reservas óptimo es superior a otro más estable. Segundo, al mantener el precio flexible, le agrega un sendero aleatorio a la variable, el cual aumenta el grado de incertidumbre a la especulador, y con ello reduce marginalmente el ingreso de capitales especulativos.

En síntesis, los sostenedores de un aumento sustantivo de la tasa de interés y de un tipo de cambio más bajo, deberán esperar al segundo semestre del año para ver con los hechos si su sugerencia es la más apropiada. En esos momentos se verá si el gobierno ha sido incapaz de resolver sus dilemas macroeconómicos con las políticas tal cual fueron planteadas. Si la situación económica empeora, habrá tiempo para modificar la política monetaria, si es que la solución pasa realmente por ahí.
Finalmente, cabe hacer algunos comentarios sobre la política de ingresos. Conviene recordar que en el pasado, varios planes de estabilización fracasaron debido a “conquistas sociales” absolutamente fuera de foco, tales como aumentos salariales desmesurados, o congelamientos de precios cuyo posterior e inexorable reacomodamiento devino en colapso general. Ni aumentos salariales desmesurados, ni atrasos de precios y tarifas significativos lograrán el objetivo de aumentar el bienestar. Esto implica negociaciones salariales y empresarias racionales, lo cual no es poco decir. Este es otro de los grandes desafíos del primer semestre del 2006.


USAL-Facultad de Ciencias Económicas
Es elaborado por un equipo de investigadores, profesores, jóvenes graduados y alumnos de la carrera de economía que integran el Taller de Economía Aplicada de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del Salvador.
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